A pesar de la existencia de programas nacionales y locales para la prevención y superación de la violencia y la discriminación contra la mujer, es fácil constatar que el problema está lejos de ser superado, puesto que existen muchos factores, entre ellos los culturales, que inciden en forma negativa en la situación de la mujer
Las formas de la violencia contra la mujer, al interior de la vida de hogar o de pareja, en el ámbito laboral, en la calle y el espacio público, así como en los modos simbólicos de dominación, parecen no disminuir en nuestro país al igual que en varios países latinoamericanos, a pesar de los programas de prevención y de mecanismos legales de denuncia y protección para la mujer, así como de sanción y castigo contra los hombres victimizantes. Algunos afirman que en la actualidad, a diferencia de épocas anteriores, el problema está mejor visibilizado gracias a estos programas, mecanismos y sanciones, puesto que antes las mujeres estaban resignadas a su situación y procuraban no contrariar en modo alguno a los hombres en su vida privada para no ser objeto de violencia. Sin embargo, aunque esta percepción tenga respaldo estadístico en la realidad, el hecho de la violencia en el hogar, en cuyo interior la víctima es casi siempre la mujer, quien por lo general está en condiciones de inferioridad de fuerza física con respecto al hombre, sigue siendo incuestionable y es objeto de preocupación permanente de gobiernos y organizaciones de la sociedad civil.
No se puede olvidar, dentro de este panorama crítico, el problema de apropiación por parte de los hombres de su rol masculino, permeado en forma directa por los valores culturales dominantes, en donde no cabe la posibilidad de que el hombre acepte de buena gana situaciones de dominio y de control por parte de la mujer en su vida cotidiana, donde demuestre una actitud de debilidad o sumisión. Para contribuir a superar esta situación, existen programas dirigidos a los hombres para que estos comprendan la situación en términos diferentes y encuentren alternativas conductuales diferentes a las acostumbradas. También existen diversos programas de empoderamiento de la mujer, en términos económicos, sociales y culturales, que han arrojado importantes resultados, pero no representan una solución global del problema ante la diversidad de escenarios, condiciones y circunstancias en las que se desenvuelve la vida de mujeres en situaciones de vulnerabilidad.
En este escrito se propone ahondar un poco en el tema de los factores y patrones culturales que tienen relevancia en las formas de violencia actual contra la mujer. Algunos de estos factores culturales son arraigados, pero otros se crean y fomentan a través de los productos de la sociedad de consumo. Es notorio, por ejemplo, como en la publicidad y en las expresiones de diferentes géneros musicales, se sigue recreando una imagen deformada del ser y el papel de la mujer en la sociedad. Muchas de las letras de las canciones de géneros como la música popular y el reggaeton, que tienen gran arraigo entre los jóvenes, relegan a la mujer a un papel secundario y la siguen convirtiendo en objeto de atracción y satisfacción sexual masculina.
El fenómeno al que nos referimos tiene diferentes niveles de análisis en profundidad y complejidad, pero si queremos ir al trasfondo del problema, podemos afirmar que la exclusión cultural de la mujer proviene de los valores de la modernidad, donde los valores y características masculinas de conquista, dominación y fuerza fueron prevalentes con el fin de enfrentar la competencia económica y el conflicto en sus diversas manifestaciones. Un refuerzo de esta perspectiva lo constituyeron las creencias religiosas que le asignaban a la mujer un papel en el hogar pero relegado en la vida social donde se tomaban las decisiones políticas y económicas. Al respecto expresa 'Abdu'l-Bahá, una de las figuras centrales de la comunidad mundial bahá'í:
“El hombre ha dominado sobre la mujer debido a las cualidades más fuertes y agresivas, tanto de su cuerpo como de su alma. Pero la balanza está ya cambiando; la fuerza está perdiendo su dominio, y la viveza mental, la intuición y las cualidades espirituales de amor y servicio, en las que las mujeres son fuertes, están ganando poder. Por lo tanto, la nueva era será una era menos masculina y más impregnada de ideales femeninos". (Selección de los Escritos de 'Abdu'l-Bahá) |
Una curiosidad cultural en regiones de nuestros países la constituye el fenómeno combinado de matriarcado con machismo, o sea, regiones donde la mujer lleva casi por completo las riendas de su hogar pero al mismo tiempo educa a sus hijos con roles marcadamente diferenciados, con derechos predominantemente masculinos, o sea machistas, aunque entrena muy bien a sus hijas para que reproduzcan su propio rol cuando sean madres. Y es que el rompimiento de los patrones culturales, que por definición son muy arraigados, es un proceso lento y no siempre progresivo, como es fácil comprobarlo en muchos escenarios.
Una de las características del modelo económico de reproducción vigente para la garantía del consumo estandarizado en nuestra sociedad, lo constituye el afianzamiento de patrones culturales que se cuelan en el diseño mismo de productos y servicios y se afianzan en las cadenas de distribución y comercialización con apoyo de la publicidad, y en todo este modelo, la mujer en su papel de reproductora de la vida que atrapa al hombre mediante el deseo sexual y es objeto de apropiación, resulta ser fundamental para el éxito del modelo. No hay taller de mecánica que se respete que no cuente con calendarios de mujeres de grandes pechos al desnudo, así como la figura de la mujer escasa de ropa y llena de sensualidad domina la publicidad impresa y televisiva, pareciendo imposible ir en contravía de esa tendencia.
Y entonces, encontramos en la música comercial un fenómeno bien curioso y aparentemente contradictorio: de una parte canciones de lamento profundo de hombres traicionados por mujeres, y de otra parte, canciones en que se trata directamente a la mujer como objeto sexual en las que se reafirma el papel del macho alfa, conquistador y todopoderoso. Entre las primeras, sobre todo hay canciones provenientes de la música ranchera y de la música popular de despecho, y entre las segundas, las que provienen de géneros como el hip-hop y el reggaeton. Sin embargo, la contradicción es sólo aparente, puesto que representan las dos puntas del mismo palo: en una punta aparece la dominación de la mujer y en la otra, la decepción amorosa resultado de la competencia masculina, donde la traición también es comandada casi siempre por el hombre. No conozco, por ejemplo, ninguna canción que recree una situación de abandono femenino en que la amada, ya sea novia, amante o esposa se vaya con otra mujer, en lugar de con otro hombre. Como telón de fondo, el papel predominante masculino en los asuntos económicos, figura como una realidad sin ninguna discusión posible. No se menciona en estas canciones a la mujer desempeñando roles diferentes en la sociedad, sino solo en el papel activo/pasivo del juego amoroso dentro de los límites ya establecidos por una sociedad dominada por los hombres.
Una mención particular en este tema le corresponde al ámbito del humor, donde el sexismo ha sido siempre predominante. El humor ha hecho siempre uso del doble sentido con relación al sexo, y la mujer ha estado siempre en desventaja, aunque existan esfuerzos para revertir esta situación. Recuerdo particularmente un chiste, en el cual una amiga le pregunta a otra que cómo le va con su novio actual y ella le responde que él la trata como a un perro. La amiga le pregunta, entonces, si la maltrata de alguna forma y la aludida contesta: "No, me pide que le sea fiel". De todos modos, el humor surge en forma espontánea de los valores culturales en boga y reflejan la preponderancia del hombre con relación a la mujer en la vida íntima y social.
La pregunta es entonces: ¿como cambiar los patrones culturales que refuerzan el papel dominante del hombre sobre la mujer e influyen directamente en las diversas formas de violencia que sufren las mujeres en la actualidad? La respuesta no es unívoca ni sencilla, pero la propuesta desde este espacio, es de una parte, realizar esfuerzos sistemáticos dirigidos a visibilizar los factores culturales que refuerzan la dominación, y desde otra parte, en consecuencia estrecha con lo anterior, realizar también esfuerzos dirigidos a que las mujeres sean conscientes de los productos culturales que consumen y puedan tener un grado creciente de escogencia y de influencia en su entorno para rechazar aquellos, que en forma directa o sutil, refuerzan el actual estado de cosas desfavorable a su realidad y a sus intereses.
Cabe esperar, entonces, que las nuevas generaciones sean conscientes de estos valores retardatarios presentes en la cultura popular y representen una resistencia y una alternativa en contra de ellos. Los grupos feministas y otros de carácter progresista, están llamados a liderar estos procesos.